1 jul 2014

NIÑOS





El alma cayó torcida en sus cuerpos,

lastre de pies desnudos,

torpe la órbita que les erró el destino.

 

Sin bálsamo que cubra el hambre,

un cristal de tristeza cruje en sus ojos.

Casi con nada

prenden la luna risueña de los labios.

 

 Alargan los dedos con un grito sordo,

se juegan la vida en agua y arroz.

Cuánto de tanto nuestro

nunca entrará en sus bocas.

 

Ácida lluvia la crisis del lujo

y esta ceguera voluntaria.

Grito justicia y grito reparto.

 

Dioses de las alturas,

¿por qué también cerráis los ojos?

 

 

 

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