No cargues los ojos con destellos metálicos,
vacía de munición el arma más dañina:
la palabra que abrocha los odios.
Misil que va y vuelve, búmeran de piedra
que te estrecha los pasos
y dobla las distancias.
Desnúdala de esos harapos de caverna
que aún abrigan tu gris hasta arrugarlo,
del calor falso que seca las lagunas
hasta dejar sin verde el descanso de la orilla.
Un torrente de fanatismo se dispersa,
asola los cultivos donde crece.
Hay un antídoto contra toda esta maleza,
sembrar las ideas y labrarlas de una en una.
Poner el respeto como abono ineludible
y beber de la lluvia que trae el viento rojo.
Truécalas con tus vecinos de arboleda,
abriendo la voz al encuentro líquido,
al disfrute de un tiempo al que llamemos PAZ
en esta Tierra con sed de semillas.