El
alma cayó torcida en sus cuerpos,
lastre
de pies desnudos,
torpe
la órbita que les erró el destino.
Sin
bálsamo que cubra el hambre,
un
cristal de tristeza cruje en sus ojos.
Casi con nada
prenden
la luna risueña de los labios.
Alargan los dedos con un grito sordo,
se
juegan la vida en agua y arroz.
Cuánto
de tanto nuestro
nunca
entrará en sus bocas.
Ácida
lluvia la crisis del lujo
y
esta ceguera voluntaria.
Grito
justicia y grito reparto.
Dioses
de las alturas,
¿por
qué también cerráis los ojos?
Yo no veo tristeza en los niños de la foto.
ResponderEliminar