Mis palabras no trepan a los árboles.
Temen la luz a cielo abierto,
no saber el lenguaje de los pájaros
o liarse en la espesura de las ramas.
Se asustan de esas hojas tan enormes,
las de nudo esponjoso,
con el envés volcado a cualquier viento
que las alce y realce.
Son tercas mis palabras.
Ellas tiran al suelo,
a por el sol que duerme lunas
mientras la hierba las nombra.
Un reto ser raíz,
los ojos de las vocales muy abiertos,
el cuerpo en vertical.
Y nacer verso...
de la tierra del trigo
de la tierra del cuerpo y sus gusanos.
Y no, no quieren subirse a los árboles.
Me gusta tu aproximación poética a la Biología, ya lo sabes.
ResponderEliminarUn beso, Ana.
Gracias Carmen. Me coloco ahí inconscientemente, luego llegas tú a hacérmelo patente. Un abrazo.
EliminarMe encanta.
ResponderEliminarBuena dosis antienvanecimiento.
De miércoles de ceniza o así.
Gracias Diego. No tanto, pero me cargan los que se autocoronan. Un beso.
Eliminar