Aquel
ayer tan lejano
me
llueve hoy en presente,
las
olas me vomitan sus ojos.
Un
sol que menguaba atardeceres,
se
hizo punto en sus pupilas,
las
mías trazaron surcos de vaivén.
Intentaba atrapar cada mirada
y los pies me hacían ancla en el fondo,
el
silencio era un dios adolescente.
Una
playa desteñida de azules,
coloreó al fin nuestra palabra.
Losas
de piedra antigua en la tarde
Entre los dos un sueño de celuloide:
enlazar
nuestras manos,
ser
solo beso.
Y un vendaval invisible
lo alejó en un segundo.
Yo
seguí volando sobre aquel vacío,
tanto
tiempo…
Intoxicándome
de su luz,
tanto
tiempo…
que
en mi memoria aún palpita un porqué.
Cada
nueva respuesta
pone
del revés toda lógica
y una nueva interrogación.
En el derecho solo esos ojos.
y
nunca logro que para siempre
los
posea el olvido.
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