“Sé que me cuesta
concentrarme y que se me olvidan las cosas… Fuman casi todos mis amigos. No lo
voy a dejar…”
(Niña de 15 años)
La tarde se desgasta en sus jóvenes
osamentas.
Con voces verduleras cultivan rebeldías,
gritando reveses como si fueran
derechos,
escritos de un Talión adolescente;
negrura por los surcos que les tuercen
cada hoy.
Se encandilan con la hierba que araña la
memoria,
rebosan de alcohol hasta la médula.
En la cabeza un avispero de cigarras,
el estómago un calcetín deshecho.
Y tú sales de ti
por ser la princesa de lo irreal.
Buscas un reino de colores cortos,
se te cae a pedazos el trono del futuro,
tu imagen una foto en blanco y negro.
Más
vale pronto…
Si
lo intentas podrías deslizarte
por
el brocal que limpia la oscura madriguera
y
dejar paso al aire más limpio de la noche.
Por
el rincón sediento de los libros,
que
te ofrece un suelo apalabrado de mañanas.
Allí
fuera aún agrandan la esquina
un bancal de manos abiertas,
los
besos libres de ojales,
la
risa que se peina sin aderezo.
Abre
la cerradura que te enjaula,
rompe
los labios con un claro NO.